lunes, 23 de marzo de 2015

Bakumatsu Demonobatae: Valquirias

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Aquel brusco cierre de transmisión, la inoperancia del capitán L5 Smith y la tardía llegada de las tropas de apoyo a la zona del incidente, marcaron un quiebre en la organización general de Aunaris. Eran de esperarse medidas drásticas, entre ellas la pronta destitución de Ivniatov y el personal jerárquico de la BTI.

En una reunión de emergencia, no informada a la población, se decidió que el Opex pasaría a la modalidad Valquirias. Esto significaba, además de la designación inmediata de un sucesor, la autorización para ejercer aquellas contramedidas que se considerasen pertinentes. Autorizando, mientras esta medida tuviera rigor, el uso de armamento militar en Z-A.

Pasadas las 18y30 de la tarde, tan solo media hora después de lo ocurrido con el G7, el ahora MP Urdías Salmarás movilizó tres frentes de ataque. El primero (BA01), conformado por un batallón de 150 soldados, realizaría un barrido de la zona y luego se posicionarían lo más cerca posible al portal, al que denominaron Bifrost. El segundo (BA02), de 150 personas equipadas con armas de alto alcance, rodearían el terreno periférico a una distancia no mayor a 1km. y realizarían apoyo táctico contra los objetivos aéreos.

El tercero, en cambio, haría la labor de invasión y trataría de llegar hasta el ingreso de la cueva. Para ello, se eligieron aquellos nacidos en zonas inhóspitas del mundo, que tuvieran experiencia real en batallas y una familia que esperase su retorno. Bajo esa premisa, los resultantes 18 hombres, fueron equipados con trajes B.I.P.A.S (Trajes bilógicos de pturonita áureo integral) de última generación, nano bombas de antimateria y guantes de expulsión radial.

Una vez finalizados los preparativos, BA01 inició un rápido desplazamiento hacia el área y en cuestión de minutos, ocuparon sus respectivas posiciones. Lo mismo sucedió con el segundo batallón, que sin esperar confirmación, desplegó toda su artillería. Ahora solo restaba adentrarse dentro del territorio enemigo. Para este fin se habían dispuesto 36 unidades de infantería móvil, de las cuales, la mitad funcionarían a modo de cebo y la otra buscaría ingresar a como diera lugar.

El plan consistía en llegar de manera individual a un punto definido, luego eyectarse (quedando la unidad en piloto automático) y de ahí dirigirse a la cueva, siendo este lugar el área de encuentro. Allí, deberían dividirse en 3 grupos, ubicar los posibles otros puntos de acceso y entrar, al mismo tiempo, por ellos. El objetivo era recuperar los soldados extraviados y volver a la base inmediatamente. En el caso de toparse con algún tipo de hostilidad, y esta significase un obstáculo no evitable bajo medios pacíficos, tenían la total libertad de abrir fuego.


Acto seguido, con todo el personal ya dispuesto y a la espera, una luz verde en la plataforma de despegue dio comienzo a la acción. El ruido metálico friccionando los flejes, la descomposición del aire hacia los costados y sin dar respiro, un movimiento que significaba abandonar cualquier idea de calma. Aquellos motores, incluso el engranaje que representaban sus pilotos, todos ellos marchando a lo desconocido; con la incógnita en la piel y esperanza de volver.

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