miércoles, 11 de febrero de 2015

Never more - La epístola de una revolución- (I)

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 Capítulo 1: Dos revolucionarios a sueldo.


El 12 de abril de 1968, Ismael Lagos arribó al país. Su nombre, como tanto habían insistido los periódicos de la época, era sinónimo de revolución y guerra. Pasivo por naturaleza y altanero por despecho, nació en un pequeño pueblo del interior que casi nadie hoy recuerda, pero aun así, debió exiliarse junto a su familia cuando tenía diez años. Este hombre, hijo primogénito de José ‘’pantufla‘’ Lagos, un conocido terrateniente que pasó a la historia luego de denunciar públicamente al mismísimo presidente de la nación por encubrimiento ilícito y tráfico de menores. Caso que hasta la fecha nunca ha sido esclarecido, pero le valió su destitución inmediata y posterior persecución, pública y privada, sin ningún tipo de reparo, que acabó una vez que su cuerpo fue hallado, descuartizado y colgado, en una conocida plaza de Roma.

Esto, sumado a otros problemas familiares que tenían relación directa con el ‘’suicidio’’ de su padre (el caso fue esclarecido y archivado de esa manera), lo llevaron a formar parte activa de grupos delictivos. El primer movimiento que realizó, permítanme decirlo de esa manera, ocurrió casi por casualidad y le valió para toda la vida. Por aquel tiempo, Ismael frecuentaba un bar llamado ‘’Stranis’’, nombrado en honor a un héroe bélico que salvó mucha gente del fusilamiento e indirectamente propició al levantamiento de armas en la ciudad, por lo que podría decirse que este lugar era un paraíso para los inconformes con el sistema. Allí, uno tenía la oportunidad de toparse con personas peculiares, bichos raros e incluso, si poseía cierto renombre, comprar uno que otro producto de contrabando.

Debido a la escasez de fuentes verídicas propias, espero sepan disculparme, me es imposible dar una fecha exacta de cuando se dio la reunión. Ciertos autores indican que sucedió en la primavera de 1954 y otros historiadores, un tanto menos reconocidos, lo sitúan varios años más adelante. Sea cual sea el caso, en el momento que Lagos entabló amistad con Giovanni Tremolo, quien tenía nombre italiano pese a haber nacido en Alemania (más precisamente en Berlín), la tan afamada palabra ‘’guerrilla’’ obtuvo su significado actual. Muchos, entre los que me incluyo, pensamos que aquella táctica está lejos de ser un delirio o una medida anti-táctica, valga la redundancia, fue creada gracias a la mentalidad adaptativa que poseían. Tremolo, según varios de sus íntimos amigos a los cuales entrevisté, era un magnifico jugador de ajedrez, casi al nivel de un campeón o un anciano repleto de experiencia. Pasaba horas refinando sus movimientos y anotándolos en un cuaderno, temía olvidarlos por su poca atención, para luego aplicarlos en su próxima partida.

En el extremo opuesto, Ismael destacaba por sus aptitudes físicas. Lo que le permitía, sin demasiado esfuerzo de su parte, correr grandes distancias en poco tiempo o hacerlo en intervalos prolongados. Las malas lenguas dirían ‘’suerte’’, yo en cambio prefiero el termino genética o naturaleza inevitable. Saliendo de eso, nadie puede negar que ambos se complementaban y en conjunción lograron un extraño equilibrio. Aquella cita, que aplicada en un plano más cosmopolita podríamos llamar ‘’Big Bang’’, precipitó los muchos movimientos sociales que aún no encontraban la forma correcta de cómo hacerlo. Algunos disponían de armas y otros de personal, algunos poseían un gran presupuesto y otros conocían con maestranza su geografía, pero en todos fallaba lo mismo. Y no es exagerar cuando digo que, lejos de ser santos, eran milagrosos, mientras uno de ellos comandaba las tropas por dentro, su contraparte ejecutaba las labores tácticas. Todo al pie de la letra y con una sincronización tan exquisita, que parecían hablar telepáticamente.

Lo siguiente fue aún más interesante, aquellos presentes decían recordar sus rostros e incluso las bebidas que tomaron, pero les resulto imposible hacer lo mismo con sus tonos de voz. En pocas palabras, vieron dos sujetos ingresar y ni siquiera el cantinero los oyó. Dejo al margen algunos detalles menores, como ser el extraño objeto que observó uno de los testigos <<una caja negra, del tamaño de una grande de cerillos, que brillaba como un foco de luz exterior y respondía al tacto de quien lo ‘’oprimía’’>> y los anteojos que utilizaba Tremolo, en palabras textuales de uno de los implicados <<tal vez estaba imaginando o el alcohol se diluyó muy pronto en mi sangre, pero en un momento sus lentes cambiaron de color y él tipo de barba rubia comenzó a recitar algo, creo que en latín, como si lo estuviera leyendo de algún lado, pero no tenía ningún libro en sus manos>> que quizás suenen un tanto increíbles. Gran parte de mi quisiera creer estas afirmaciones, situación que dejaré al criterio de cada quien, ya que mi labor de periodista obliga a mantener la imparcialidad ante todo.

En los posteriores meses, como sabiendo que nadie podría detenerlos, lograron ‘’absorber’’ gran parte de los clanes de la zona y en menos de un año, eran dueños y señores de Italia. Nadie conocía sus orígenes e igual confiaban ciegamente en ellos. Desde los peones hasta los capataces, secretarios y funcionarios políticos, todos comían de sus manos y hasta les lavaban la ropa. En una entrevista que me concedió Francesca Burnello, su primer ama de llaves, los definió como ‘’heroes bajo la sombra’’. Hombres de buen gusto, refinados y con un gran manejo de la oratoria, que parecían conocerte antes de haber dialogado. En cambio, Luciano F. (no me permitió dar a conocer su apellido, argumentando posibles represalias), los clasificó como ‘’maleantes desprovistos de ética y sentido común’’, aludiendo serios problemas mentales y físicos causados por sus bulliciosas fiestas nocturnas. Se comenta, algo que no ha sido aclarado o confirmado por fuentes oficiales, que en una fiesta de año nuevo, Luciano perdió la razón y se inmoló junto a su casa. Terreno luego adquirido por sus revolucionarios vecinos.

Una vez obtuvieron la llave de la ciudad (país en nuestro caso), su expansión mundial sucedió en un abrir de ojos. Trego, aquella compañía nacida del ingenio de dos jóvenes adultos emprendedores, llegó a su apogeo y representó, por primera vez en la historia, una luz de esperanza para los desprotegidos. La primera compañía multinacional dedicada a la liberación, reorganización socio política y revolucionaria de los pueblos y países. Con su más glorioso y ambicioso proyecto: Paso de los Andes, en alusión a la famosa cordillera por donde transitó cierto general. Como era de esperarse, en un principio no fue bien recibido por la cúspide del poder, los sectores empresariales (que demandaban estabilidad) ni por aquellos que habían conseguido nuevos terrenos luego de la guerra.

Quizás la situación hubiera mermado si ellos hubiesen vendido su producto solo en Europa, pero su ambición era tal, que no dudaron en brindar sus servicios al nuevo continente. Recibieron el primer cheque, y sin pensarlo mucho, compraron el avión más grande que pudieron conseguir y partieron rumbo a Argentina. Allí serían asilados por Juan Quirós, quien supo ser rector de una universidad pública, y Gregorio Funes, alguien con demasiado dinero y sin lugar donde gastarlo. El viaje duró más de 40 horas, casi el doble de lo estipulado, debido a las diversas paradas que hicieron por precaución. Arribando exactamente a las 23:47 de aquel frio martes de abril.

Las primeras palabras de Lagos ante la prensa fueron contundentes, tan cálidas como el rugido de un león y mucho más determinadas que una procesión de elefantes:


 -¡Seremos patria, o moriremos con ella!-

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